miércoles, 22 de agosto de 2007

El nacimiento

Era verano. Era el verano del 95. Pedro y Tomas vivían sus novenos años de vida. Como regalo, se les permitía zambullirse sin custodia, en las aguas de la piscina. Habían pasado tres horas los mellizos en esa placenta artificial; de repente, Pedro tuvo una idea. Se trataba de un desafío a Tomás. Un desafío acuático. El reto consistía en quién resistía más tiempo en las profundidades del agua.
Llamaron a su padre para que controlara, quien no dejo de decirles que tuvieran cuidado, que si se les agotaba el aire no se esforzaran y salieran.
Uno, dos y a la cuenta de tres, se sumergieron automáticamente los hermanos.
Transcurrió un minuto, y de la celeste agua surgió agotado Pedro. Aún, con un color violeta y una corta y veloz respiración, sólo se le ocurrió preguntar dónde estaba Tomás. Tomás seguía zambullido en lo más profundo.
Los segundos pasaban, cada vez se hacían más largos. Y Tomás seguía allí.
Veintisiete, veintiocho, veintinueve…Justo en los treinta segundos del segundo minuto, cuando la desesperación vencía al padre que se estaba por meter al agua, salió Tomás. Se lo vio con una serenidad celestial. Pedro en ese instante anunció con unos gritos donde se mezclaban la euforia, el desconcierto y el cloro, que su hermano había ganado, soportando un minuto y medio bajo el agua.
El ganador lleno de orgullo, se limitó a unas palabras:
- Podría haber estado más tiempo, pero decidí salir porque mi cabeza me mostró un túnel con una luz al final. Tuve la sensación de que me alejaba hacia otra parte, pero resistí la tentación...

martes, 31 de julio de 2007

Con sus manos todo parece pollo

-Otra vez pollo...¡mamá, ya estoy harto! Siempre pollo, y si no es pollo, tiene el sabor del pollo ¿Mamá que hay para comer hoy? Pollo ¿Mama que hay para comer hoy? Falanges al formol ¿Qué? ¿Qué es eso? No voy a comer eso. Si, come Lucas, tenes que crecer fuerte y sano ¿Sabor a que tiene? Es como el pollo ¿Mamá que hay para cenar? Ojillo al ajillo ¿Y eso que es? Mis amigos comen salchichas con puré o milanesas, y yo siempre comidas raras, hasta se me burlan. No importa, vos come, así vas a ser bien alto y nadie se va atrever a molestarte. Pero... Vos come. No, no voy a comer, además no lo puedo pinchar, gira por todo el plato ¿Qué es? Vos come, es como el pollo...
-Espere señor ¿Qué más le daban de comer?
-Y le digo, esa fue básicamente mi alimentación. Tanto es así que solo me juntaba, en el colegio, con los chicos que habían comido pollo ese mediodía. Por eso mis amistades siempre fueron esporádicas. Imagínese que no todos comían pollo o sus derivados todos los días. Doctor, unos segundos...
-Disculpé, no lo quería interrumpir, siga por favor.
-Siempre fue un dilema para mi ser o no ser pollo; la respuesta: nunca jamás una cajita feliz. Luego acepte otro tipo alimentación en las personas. Eso, pienso, fue porque madure y comprendí que había otro tipo de gustos. Además me estaba convirtiendo en un clasista, calificando a las personas por la clase de comida que consumían ¿Qué comiste hoy Nico? Tomate relleno Al instante siguiente pasaba a ser Nicolas Marchelli, el olvidado. Mi mamá: Lucas te habla Nicolas. Decile que no vivo más acá. Roque... ¿Qué tal el almuerzo? ¿Pollito? No Lucas, te dije que ayer comí pollo al mediodía, y a la noche lo que sobro. Pero hoy puchero. A Roque Iglesias nunca más lo vi, no es que me importara, me parecía un estúpido. Pero era otra cosa lo que me inquietaba, me molestaba mi actitud caprichosa de pollo o nada. Hasta hubo un tiempo en que me fui a vivir con mi madre al campo, para estar solo con pollos. Por suerte, eso lo supere. Eso si hoy por hoy lo único que como es lo que cocina mi madre, porque además es la única que le da ese gustito a pollo a todas las cosas.
-Comprendo por donde puede llegar a venir su adicción. Las madres generalmente usan la psicología para que su hijos se alimenten con todos los nutrientes que poseen las verduras o ciertas comidas que ellos se rehúsan a injerir. Pero aun no me atrevo a arriesgar. Hay ciertos puntos que no concuerdan, mejor seria que me especifique que le da su madre de comer.
-¿Para que parezca pollo? Y... nose, comidas saborizadas será.
-No, no. Me refiero a sus nombres.
-Ah doctor, no había entendido. Como le decía, falanges al formol, ojillo al ajillo, orejana revuelta al otitis, pollo, riñoncito salteados, niños envueltos.
-Ahora comprendo, pero se equivoco de especialista, el Dr.Lecter podría asistirlo.

viernes, 27 de julio de 2007

Halloween

Bruno se presumía ante el espejo. Se sentía vivo, lleno de vigor. Sus piernas abrazadas por unas calzas, y su cuerpo enfundado entero de hombre murciélago. Se dirigió hacia la fiesta. Un encuentro extraño de jugadores de fútbol, diablos, zorros, zorras, ángeles, árboles. Una extraña ensalada de frutas.
Se deslizó por la pista con un paso travoltesco.
A fuerza de bebidas sus sentidos fueron perdiendo reflejos, pero no lo suficiente como para no detectar algún malhechor.
De pronto divisó una revuelta en el salón, bajo la esfera de lluvia de estrellas. Bruno decidió sumarse, con un “Rayos Robin”: Tanatanatanatana. Golpes por aquí, PUMP!, golpes por allá, PAF! Tanatanatanatana. Una bola de polvo, botas, guantes rodando de derecha a izquierda, de izquierda a derecha. Tanatanatanatana-BATMAAAN.
Así fue como este ratón con alas quedó desplomado en el suelo, mientras unos cuantos pájaros daban vuelta en orbitas alrededor de su cabeza.
El saldo: Dos chichones, uno en cada lateral de su frente; una quebradura de muñeca y unas nauseas producto del alcohol y de los revoleos.
Bruno tomó nuevas cartas en el asunto. Fue directo a la comisaría más cercana. Llegó, y no lo recibió el comisionado Gordón, si no el gordo oficial Topo. El policía se encontraba casi como accesorio de su silla. Inmovilizada así la ley frente a una olivetti empolvada.
El oficial Topo, se puso sus lentes y comenzó a tomar declaraciones. Tecleaba con una desesperante lentitud: Fecha taca-------taca Lugar taca---------taca------taca Hechos taca-------taca------taca-------taca------taca-------taca--------taca-------taca. En el largo tiempo de trascripción del relato Topo entabló una amistad con la historia, se sentía parte de ella. Cuando ya estaba por sellar lo tipeado, levantó la vista y preguntó:
-¿Quienes fueron exactamente los que te atacaron?-
-Una sandia, una manzana y un melón- Bruno contestó.
-Entonces, podemos afirmar que te dieron fruta- Sonrió Topo.

domingo, 22 de julio de 2007

Inspiración

Cuando el sol llega al mediodía y los rayos se cuelan por entre las grietas que se forman de los abrazos de las hojas; en el momento justo en que las palomas cortan con su vuelo las luces mientras sobrevuelan las hamacas del centro de la plaza; en ese instante en que la naturaleza nos deleita con esa imagen artística, es cuando llega la hora de su descanso.
El Doctor parte con todas las teorías de sus estudios en busca de una botella de agua mineral finamente gasificada, y unas empanadas de verdura. Deja por una media hora el consultorio en donde cuelgan, en las prolijas paredes, toda la materialización de sus estudios.
Fiel a su rutina se suma al cuadro artístico, posa sus glúteos en un banco ubicado a la orilla del arenero.
Los niños corren felices. Felices por falta de problemas, por falta de preocupación en los problemas o simplemente porque faltó algún profesor y los dejaron salir temprano de la escuela. Los nenes corren sumándose a la escena. Sus labios regalan sonrisas más luminosas que el mismo sol.
A pesar del alborto que ocasionan, al Doctor no lo inquietan. Por el contrario lo llenan de alegría, de mundo. Siente estar vivo. Hay algo más allá de las cuatro paredes que lo rodearon durante toda su mañana.
Con su cara larga, flaca, gris, con su piel resquebrajada y con su traje marrón gastado, donde esconde el diario del día, disfruta sus empanadas. Risas, pasamanos, vendedores ambulantes y algodones de azúcar envuelven su descanso.
El Doctor observa el columpio que impulsan sin dejar escapar. Con su mirada recorre punta a punta el pasamanos, calcula los kilos de fuerzas que se devora. Curiosea a la infancia; detiene su mirar en un niño, en una niña, en una hamaca. Los tres confundidos en una imagen, en una gran imagen.
Piensa. Piensa en la comunión que se produce, en lo que esconde ese subir y bajar, en los altibajos que alguna vez sufrió, en el mareo. Piensa, y se pregunta:
-¿Dónde quedó todo aquello?
El niño, la niña; la niña, el niño; se pelean, se retuercen, se presumen. Sus manos fundidas por lo pegajoso del algodón de azúcar que compartieron, sus rodillas empolvadas, sus remeras escolares manchadas por el helado que se les derramó. Helado que de sus bocas mutuamente se robaron.
Los dos chicos muestran toda su vanidad, su soberbia; y tan sólo para poder esconder por un par de años más su amor, hasta que la edad les permita confesárselo.
El reloj central marca las 12:25; la bomba de oxigeno se le agota y el hombre aún no desenfundó su diario. Él no se altera, quizá no se da cuenta, o simplemente no le importa y se da una licencia. Allí está saboreando en su imaginación las manzanas acarameladas, las cometas en el parque, los triciclos, los turrones. Saborea, y se pregunta:
-¿Por qué esos silencios...quién se llevó nuestras palabras?-
Los padres se acercan a sus chiquillos, se saludan entre sí, intercambian opiniones del clima y de la escuela. Los niños, mientras, tiran desde lo bajo las camisas y vestidos de sus mayores exigiendo la partida, no sin antes concretar un encuentro en la misma plaza para la tarde del otro día. Un encuentro donde tal vez se esconde un eventual novio, una eventual novia.
El arte se tiñe de blanco y negro. El columpio es empujado por el viento, el pasamanos escasea de deditos, la hamaca emite un triste sonido donde subyace su sed de aceite.
Son las 12:50; el reloj no da tregua pero el Doctor esta flotando en sus recuerdos, sin conciencia para tener eso en cuenta.
Se para, camina hacia el centro del arenero. Va sacando un paquete de cigarrillos, toma uno. Lo enciende. Fuma sin tragar el humo. Nuevamente posa sus glúteos, pero esta vez en la hamaca. Sus rodillas unidas bajo el cruce de brazos, los que le hacen de mesa para apoyar su mentón. Su cara arrugada como la de un cachorro suelta una lagrima que atesora nostalgia. Fuma, traga y se pregunta:
-¿Será tal vez porque no volví la tarde siguiente?-

Todo se va volcando en el bastidor. De a pinceladas se va grabando. El blanco y el negro se entremezclan, surgen los grises. Una lagrima; el tono justo. Unas pinceladas más para estar eternizado, y al final mi firma.La plaza, ahora en soledad. Todo el mundo se fue, pero el hombre, la hamaca, el llanto; todos en uno quedaron. Los tres confundidos en uno, en un cuadro.

martes, 17 de julio de 2007

Señor juez, no voy más al dentista

No voy más al dentista. Ni mis dientes, ni yo.
Hoy fui al consultorio.
-Buenas, ¿cómo anda?-
-¡HOLA! ¡Que grande que estás!- “Que grande que estas”, expresó a pesar de haberme cruzado en la calle hace menos de dos meses, que en términos de ver al dentista es muy frecuente.
Charlamos durante un tiempo. Me hizo sentir cómodo, pero todo era demasiado bueno, y me tuvo que mandar a sentar en su robótica silla.
Su operatoria y mi odio, comenzaron a manifestarse con una doble ración de anestesia. Una dosis tópica, y otra por vía de inyección. Allí fue cuando se despertaron mis sospechas, las que al poco tiempo quedaron sonambuleando junto a mis sentidos. Como para que no se diera la situación de tal manera con tanta droga a la que me expuso.
Toda la morbosa función duró una hora y media, si es que mis cálculos no fueron afectados. Luego tenía el temor a flor de piel. Sólo me animé a arriesgar las palabras justas, como para poder pagarle por su supuesto servicio.
Ahora estoy frente al espejo del antebaño y sonrío en busca de algún cambio. Lo único que encuentro es la cara de la ingenuidad, de la inocencia. La cara de un hombre abusado. Entonces pienso, pienso y recuerdo. Recuerdo lo poco que pude percibir. De pronto se esclarece todo: Me violaron; me violaron la dentadura unas manos enfundadas, propiedad de un cuerpo femenino escudado en delantal y barbijo.
Lo peor de todo, mis dientes hoy sufren bruxismo por la rabia, desde que saben que fue sin amor.

miércoles, 11 de julio de 2007

Edipo

Se la pasaban sonriéndose, peleándose, enseñándose, disfrutándose. Los dos posesionándose en distintos papeles.
A él le gustaba jugar a hacer de padre. Se disfrazaba entero con camisas, sacos, zapatos y corbatas. Siempre el mismo acto de volver del trabajo, preguntar que hay para almorzar, contar como fue su día e informarse de la casa. Toda su rutina acompañada de un beso en la mejilla de quien hacia el papel de esposa.
En cambio a ella, no le gustaba jugar mucho. Por eso solo hacia de madre tratando a su compañero de actuación como un hijo rebelde. A diario preparaba el desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena. Por las tardes se preocupaba en revisar las tareas de su niño, para luego darle de comer y llevarlo a dormir.
Así era, se la pasaban sonriéndose, peleándose, enseñándose, disfrutándose. Disfrutándose tiernamente, por que se veían censurados por la sangre para ir más allá.

lunes, 9 de julio de 2007

Mi verborragia

Mi papá tenia envuelto en unas sabanas a su gigante cuello, o a su gigante papada que acorralaba su pequeño cuello –la distinción visual de su fisonomía siempre me fue poco clara, y nunca me atreví a hurgar con mis manos por esas zonas, ya que de chico pensaba que los monstruos se escondían en los rincones-. Mi progenitor estaba recorriendo con sus cubiertos un jugoso bife de 7 cm de grosor y unas papas horneadas con crema.
Mi mamá mientras comía poco, hablaba mucho. Le hablaba y le hablaba a él –antes de escribir esto, es decir cuando no comprendía la verborragia de mi madre, me preguntaba si ella tenia un problema motriz en cuanto al habla por todas las palabras amontonadas que escupía-. Mi Padre solo asentía de a ratos. Ella mostrando sus gigantes dientes se reía de sus propios comentarios y los repetía constantemente esperando una respuesta por parte de él
Ese mediodía yo iba a jugar al fútbol, bah iba a quedar en un partido donde mis amigos jugarían al fútbol.
Entré a la cocina a despedir a mis padres. Mi papá como primera reacción introdujo su mano derecha en el bolsillo izquierdo del saco y sacó un billete de diez pesos, dirigiéndolos hacia mí. En ese momento mi madre cortó el recorrido del brazo, con un guisado de palabras en contra de la actitud de mi padre. Fue cuando me convertí en vocero de mi papá, sin saber bien lo que él quería, pero sabiendo lo que yo buscaba.
Mi mamá con su voz femenina bla, bla, bla, bla; yo con mi voz mutando por la adolescencia BLA, bla, BLA, bla –en realidad no existía un orden cronológico de exposición de ideas, más bien era un collage de ideas inentendibles para el otro: BlblablABLAblABLabLblBlBLbla-.
Durante la charla, o intercambio de visiones, o discusión, o pelea, o simple griterío sin sentido, me brotaron por primera vez mis genes maternos; de ahí en más se convirtió en un gen característico de mi persona la verborragia.
Todos mis músculos faciales se hallaron en pleno ejercicio, envueltos por un buen rato en una sopa de letras incomprensible para la razón de mi madre; mientras, mis oídos injerían todo la palabrería de mi mamá, y a causa de esto una otitis aguda. Lo cierto es que esa tarde quedé mareado de tantos verbos, sustantivos, verbos, verbos, circunstánciales, proposiciones, circunstanciales, sustantivos, proposiciones, sustantivos, circunstanciales. Y sin entender que había pasado me encontré tomando agua de un caño después del partido, mientras mis amigos disfrutaban una sprite helada recién comprada.